CAMINO AL ESTADIO

CRÓNICA

CAMINO AL ESTADIO

Por
LUIS GABRIEL GÓMEZ SOTO
Periodista ACORD

Preparar un partido de fútbol pareciera ser una tarea simple, pero detrás se esconden secretos que pocos tienen el privilegio de conocer semana tras semana. Los técnicos viven los días previos de manera especial, planificando, ordenando y tomando las decisiones, que se espera sean las correctas, para que todo salga bien el domingo en la tarde. Los jugadores por su parte, se entrenan cada día con el mismo sacrificio y profesionalismo para dar lo mejor de sí en el terreno de juego. Los médicos, utileros y colaboradores, alistan todo lo necesario, sin dejar a la suerte el más mínimo detalle, para que la fiesta del fútbol sea una realidad. Los directivos a su turno, tienen el papel listo para ser consumido por los aficionados, esa clientela caprichosa y exigente que empuja con sus cantos. Los medios alistan sus herramientas, transmisores, micrófonos, invitados y toda la parafernalia que el espectáculo de los comunicadores nos provén semana tras semana.

Aquí les contaremos cómo se viven los días previos a un juego al interior de la familia del Atlético Bucaramanga.

LAS PRÁCTICAS
Madrugadas sucesivas, llueva truene o relampaguee, día tras día hay que llegar con el mismo entusiasmo al campo de entrenamiento. El domingo hay una nueva responsabilidad, los aficionados están ávidos de fútbol, la ‘número doce’ hace rato no goza con su equipo del alma. Por eso trabaja este puñado de hombres, para brindarle alegrías a quienes sacrifican tiempo, familia, ‘aguante’ y hasta parte de sus ingresos para acompañarlos, domingo a domingo, sentados en las frías y duras graderías del viejo ‘Alfonso López’.

La tarea planificada por Óscar Cano y Dídier Aguilar, los preparadores físicos del club, incluyen intensas jornadas de trabajo físico-atlético a doble presencia, buscando mantener en ‘full’ el tanque de ‘combustible’ para el cuerpo. Una buena preparación física garantiza, en gran parte, la presentación de un equipo de fútbol; aunque esto no es atletismo, sí es importante correr, pero correr bien, correr para el equipo, hacer el gasto justo, el ‘pique’ en el momento adecuado, contar con el fondo necesario para estar siempre atento y responder de manera adecuada a todas las exigencias en el terreno de juego.

Luego de la durísima sesión física, es tiempo de ‘meter mano’ al libreto táctico. Es entonces donde entra la figura morena e imponente de Víctor Luna, ese recio defensor que vistió varias camisetas del fútbol profesional colombiano y quien desde la línea de cal ya contabiliza tres títulos como campeón, dos en Colombia y uno en Ecuador. “Vamos muchachos, hay que meterle hu… a esto, el domingo tenemos que salir a ‘comernos’ al rival, necesito actitud, buena disposición y mucho sentido de pertenencia; sin eso nada de lo que les diga servirá de algo”, comienza diciéndoles el estratega al servicio del cuadro santandereano.

Luna da instrucciones a sus colaboradores para que dispongan del material de ayuda y marquen el terreno de juego con las zonas que se van a utilizar. Espacio reducido, juego a un toque y mucha movilidad, será la enseñanza de hoy. Para ello, el estratega divide el grupo en varios más pequeños, haciendo casi quintetos, los cuales desarrollarán el trabajo impartido con exactitud por el del pito y la gorra.

EL DÍA ‘D’
Ya es viernes. Una semana ha transcurrido bajo el sol y el agua, llega el momento en que cada uno espera ver recompensado su esfuerzo: hoy llaman a quienes serán concentrados. Es ese el día clave, el día ‘D’, el día de las decisiones, cuando el ‘profe’ se encierra con el asistente y los preparadores para evaluar el rendimiento de cada uno de los muchachos en las prácticas para tomar la mayor de las determinaciones: seleccionar los once que van al terreno y a quienes serán sus sustitutos. Suena excluyente, pues todos han trabajado denodadamente, con entusiasmo, sacrificio y pertenencia por ponerse la franela el domingo. Pero ese es el fútbol y sólo once sienten el ‘nirvana’ de saltar a la cancha con la camiseta puesta y el aliento de la torcida en el cemento, saltando, gritando, coreando su nombre, haciéndole sentir maripositas en el estómago, como cuando por primera vez te acercas a los labios rojos de la niña de la calle de al lado.

Casi que con sigilo de relojero, el técnico va poniendo sus once caballeros alrededor de la mesa, paso a paso, zona por zona: desde el portero, puesto ingrato, pasando por los defensores, llamando a los volantes de primera línea, recomendando alternativas y dando consejos a los creativos, hasta llegar a quienes la meterán en la red contraria, o por lo menos eso confiamos todos. Labor de filigrana artesanal, como aquel viejo sastre que confecciona a mano sus más preciadas prendas, ayudado sólo por un tambor de madera, las agujas y el hilo que va bordando punto a punto, hasta tener una verdadera obra de arte en su presencia. Casi que con esa misma mística, todos los viernes, todos los días ‘D’, el ‘profe’ espera haber acertado en la elaboración de la nómina que lo hará quedar bien con su fútbol, con su patrón, con su gente, con la prensa y consigo mismo.

LA CONCENTRACIÓN
“Recuerden que la comida la servimos a las siete, ojo con lo que hay en el mini bar, el que se coma algo lo paga, nada de llamadas a larga distancia ó a celulares, pilas con la hora de la dormida, nada de trasnocho, muchachos, esas horitas nos van a hacer falta el domingo”.

Pareciera que la madre superiora hubiera llegado al convento, pero no; es el profe Óscar Cano, preparador físico y ángel custodio de este manojo de espigas listas para ser cosechadas. Casi que por costumbre, desde hace mucho rato, los clubes de fútbol se ‘encierran’ antes de un juego importante, buscando el mayor grado de compenetración con la tarea que hay que cumplir, alejándose de todo aquello que pueda desviar la atención de la meta trazada.

Mucha literatura se ha escrito sobre las concentraciones de las delegaciones deportivas, muchos ríos de tinta han circulado tratando de mostrar qué tan buenas o qué tan perjudiciales pueden llegar a ser. Lo cierto es que Atlético Bucaramanga ha confiado, como casi todos, en poder tener reunidos a los integrantes de la plantilla que afrontará la responsabilidad el domingo en la tarde. Es un momento de unión, es el espacio perfecto para hacer de verdad una ‘familia’, punto clave en el proceso de consolidación del concepto de ‘equipo’.

Estar en la concentración del cuadro ‘búcaro’ es más que estar en un encierro, es adentrarse en la cueva del ‘leopardo’, esa fiera que agazapada espera saltar sobre el cuello de su presa para devorársela, hambriento, sediento, jadeante, ilusionado en saciar sus ganas de levantarse con una victoria que reconforte su existencia, demostrar la hegemonía en su territorio, así sea sólo durante noventa minutos de pasión, sudor y goles.

YA ES DOMINGO
El repicar de las campanas de la Sagrada Familia llamando a sus feligreses para reunirse y agradecer al Todopoderoso por lo recibido y, de paso, pedir alguna que otra cosilla faltante, no parece entorpecer el sueño profundo de quienes horas más tarde se vestirán de cortos. Los jugadores duermen, guardan hasta la más mínima gota de sudor, la menor seña de energía; sólo los utileros, el médico y el preparador físico, recorren como ratón en biblioteca cada uno de los rincones de la ‘cueva leoparda’, alistando todo lo necesario para afrontar el crucial compromiso que hay en pocas horas.

Linimento, pastillas para el dolor, esparadrapo y agua en bolsas, hasta el ‘agua bendita’, esa que le echan en las piernas a quien golpean y que se retuerce del dolor, hasta que le aplican una gota de esta ‘milagrosa’ sustancia y… ¡zaz!... casi que como por arte de magia se reincorpora, ese mismo que hasta hace un momento estaba a punto de ser llevado al hospital, por las señas de intenso dolor que evidenciaba en sus retorcijones, ya está corriendo de nuevo, como si nada. Verdaderamente ‘mágico’. Secretos del fútbol que jamás conoceremos. Guayos listos, implementos listos, todo en su sitio y en su debida medida. Ring Ring… hora de levantarse e ir a desayunar, el primer golpe del día.

Para algunos, es la primera válida; para otros, el primer piso, lo cierto es que los entrenadores, en conjunto con el chef del hotel, preparan un menú especial para los atletas: fruta, leche, cereal, algo de pan, mantequilla, huevos revueltos, salchichas y jugo, todo un banquete que esconde el cargamento proteínico y de carbohidratos que servirán de reserva energética para la contienda. Todos quienes tienen que ver con la salud, tienen claro el concepto acerca de lo importante que es esa primera ingesta del día; por ello los que están al frente del onceno amarillo no escatiman esfuerzos para que cada uno de sus hombres tenga lo necesario. Por lo menos en materia de alimentación. Siesta, algo de tv… pasan las horas y es tiempo de la segunda salida, igualmente diseñada para quienes se ‘comerán’ el campo de juego.

Descanso y al pizarrón.

Puerta cerrada, aire acondicionado a media máquina para no provocar alergias, papelógrafo dispuesto, marcadores nuevos, silencio ensordecedor y la palabra para el ‘profe’. Rayas por aquí, rayas por allá; flechas acá, flechas acullá, asteriscos, puntos, círculos, curvas, parábolas, líneas rectas y en zigzag, todo un ‘enjambre’ de situaciones que pretende diseñar la táctica y la estrategia a usar contra el rival de turno, un hermoso ‘mandala’ que guarda los secretos que el entrenador quiere hacer entender a sus dirigidos. Esta, por supuesto, es la ignorante descripción de una ‘charla técnica’.

DE LA ‘CUEVA’ AL ‘CILINDRO’
Luego del almuerzo viene el respectivo repaso del libreto táctico, el equipo se dispone a abandonar su sitio de reunión, vigilando que nada se haya quedado olvidado. El camino hacia el estadio se convierte en un recorrido por los sueños y las aspiraciones de los dieciséis jugadores, el cuerpo técnico y los directivos que se embarcaron en el vetusto pero incansable bus, que desde hace muchos años carga con las aspiraciones de la institución. La carrera veintisiete parece estar desocupada y es la vía más rápida hacia el coliseo de la catorce.

Ya en los alrededores del estadio, la escolta policial abre paso a la caravana amarilla, pitos, vítores, vivas, pólvora, ‘vamos búcaros, vamos búcaros’, se oye en un coro sabrosito que invita al fútbol. Fervor a flor de piel. Sentimiento que emana por los poros. Santandereanidad hasta los tuétanos.

El grupo ya está en el camerino, el ambiente es ideal, “La mente es el arma más poderosa del mundo, piensa en grande y serás grande”, reza un letrero pegado a una pared, nadie sabe por quién, pero con el que todos parecen estar identificados. El ‘flaco’ sirve el tintico calientico, ese que definitivamente afloja el nervio propio del preámbulo de un gran reto; entre tanto, el ‘leopardo’ y el ‘pollo’ se alistan para encabezar la salida.

Termina el calentamiento, se retira la prensa, algunos con agrado; otros, justo aquellos que llegaron tarde, malhumorados por no haber alcanzado a hacer sus entrevistas. Últimas instrucciones, se repasa el ‘enjambre’ de flechas estudiado hace un par de horas, todos con los cortos puestos, López aprieta sus vendas y ajusta sus guantes, ‘el caballo’ apaga la grabadora donde hasta hace rato sonaba ‘Permiso que llegó Van Van, permiso…’, como abriendo camino para lo que se viene, el ‘toro’ y el ‘chino’ apuran el último trago de esa cosa amarga que cargan en un termo todos los que provienen del sur. Agüita en el cabello, todos en un círculo se abrazan para elevar una plegaria, especialmente para que cada uno regrese en óptimas condiciones físicas, que ninguno salga lesionado y que los tres puntos se queden en casa. “Búcaros, búcaros, búcaros… a ganar, a ganar, a ganar”, coro polifónico que cala en los huesos y pone los pelos de punta.

Saltan los gladiadores a la cancha para saludar a un estadio medio lleno de gente, pero repleto de esperanza, buena onda y energía positiva por el amarillo. Se quedan en el gramado los once inicialistas, esos que posan para los fotógrafos; nadie quiere estar por fuera, por eso el comisario ordena dos fotos: la de los ‘lagartos’ y la del equipo oficial, esa que se publicará en la tapa del periódico local. Comienzan los himnos, momento sublime donde los pelados del sur demuestran que el humo se puede utilizar para cosas buenas, color, brillo y derroche de alegría, orgullo y sentimiento por los símbolos de la tierra.

Cara o cruz, el diario dilema; saco o escojo terreno, decisión casi cabalística. Dos hombres a lado y lado de la número cinco, el pitazo del hombre de negro o de gris o de azul o de… bueno ese que dirige… ¡y otra historia comienza a escribirse!

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