Eran las 2:00am y la gente ya se impacientaba;
acabaron los merengueros y el reguetonero y faltaba el artista central. Por
fortuna estaba todo alineado para que fuera una gran noche, buen clima,
excelente sonido, la lluvia se había ido, la gente muy animada, las ‘chelas’
bien frías y la ansiedad a flor de piel, esa que, como dice el ‘loco’ Higuita,
lo pone a uno ‘nervioso bacano’.
Me dieron la señal y me trepé a la tarima para
saludar, hice una breve reseña y luego tomé aire para pegar un grito tremendo:
“…con ustedes, y desde Venezuela, el faraón, el sonero del mundo, el que más
ruge, el león de la salsa… señoras y señores, Óscar D’ León…” ufff, me salió
del alma y retumbó en una avenida repleta de gente, no sé a ciencia cierta
cuántos barranqueños había esa noche en la Av. del Ferrocarril, lo único que
recuerdo es que la tarima estaba en la carrera 24 y la masa llegaba casi hasta
el viejo “Gachaneque”.
La orquesta le hizo una entradilla sensacional, un
popurrí de sus melodías más importantes, casi cuatro minutos… luego el hombre
se subió, cantó, bailó, tocó su baby bass con esa magia sin igual. En verdad
algunos dicen que el hombre como bajista, es buen cantante; en cambio otros
destacan su habilidad para tocar, cantar, derrochar sabrosura, sonear y bailar…
¡¡¡yo me quedo con esa!!!
Llorarás, Siéntate ahí, La mano, Detalles, ¿Por qué
será?, Yo quisiera, Mi bajo y yo, Calculadora, Padre e hijo, Melao de caña, A
él, Sigue tu camino, Mata siguaraya, Bonito y Sabroso, y creo que un par de
temas colombianos, hicieron parte del repertorio de esa noche barranqueña. Ni
siquiera el par de borrachitos que no faltan, pudieron empañar su impecable
presentación.
Quien lo llevó por orden de la Alcaldía Municipal de
Barrancabermeja no daba crédito a lo que sus ojos veían esa noche, el derroche
de energía de Óscar era impresionante, ¡y eso que hacía unos meses había
sufrido un doble infarto! “Este tipo es un caballo”, recuerdo que me susurró al
oído mientras veía embelesado al salsero. “¿Y qué esperaba? Es salsa, mi viejo…
es Óscar D’ León”, le dije en tono casi revanchista. Si no es porque los
músicos se le bajaron como a las 4:30am, quién sabe qué hora nos hubiera dado
escuchándolo cantar.
Cinco meses después nos volvimos a ver, esta vez en
Bucaramanga. Lo esperé casi cuatro horas, su vuelo tuvo un retraso, la aduana
no le ayudó mucho en el proceso de inmigración, los instrumentos de la orquesta
se demoraron un poco y el genio no estaba como para conversar con nadie. Pero
yo llevaba un buen tiempo también esperando y no estaba dispuesto a irme con
las manos vacías.
Recuerdo que el empresario que lo trajo me regañó en
el lobby del hotel, me increpó por querer hablar un par de minutos con el
cantante. Literalmente me pegó un vaciadón de padre y señor mío, que a la
recepcionista le dio pena ajena. Yo sólo atiné a decirle que por lo menos le
preguntara si me podía atender, pues así como él estaba cansando del viaje, yo
también lo estaba de esperarlo… pero estaba ahí, aguardando.
El lío con el personajillo quedó resuelto cuando
salió Oswaldo Ponte, su manager, atraído por los gritos del irrespetuoso don
nadie, y me dijo que no me hiciera mala sangre con el ‘sifrinito ese’, que ya
le preguntaba al maestro si me podía atender, aunque fueran unos minutos. De
pronto Ponte se me quedó mirando y me dijo, “Chamo, yo te conozco de alguna
parte… Chico, ¿no fuiste tú quien nos presentó en Barrancabermeja hace unos
meses?”, y ante semejante muestra de retentiva, que además de hizo sentir un
fresquito, sólo atiné a decir un entrecortado ‘Sí, soy yo’…
Me agarró de la mano y me dijo, “vente pa’ dentro, ya
le digo a Óscar que te atienda”, y pasé al comedor del hotel. Allí estaba el
maestro, sentado, leyendo, muy tranquilo, pero se le notaba en su rostro el
cansancio del viaje y la preocupación por haber llegado tan tarde a la ciudad,
quería hacer un show bien especial y temía que el trajín le llevara a pasar un
mal rato. Yo le dije, “usted es un león, usted es el León, no se afane por eso”
y soltó una risotada que de una vez distensionó el rato.
Conversamos informalmente unos 20 minutos y luego
grabamos casi 15, suelto, relajado y con la franqueza que siempre le ha
caracterizado; esa noche conocí al ser humano, al hombre que está detrás de un
gran nombre forjado a pulso, al topógrafo que, a pesar de haberse graduado, no
ejerció por culpa de la música, cambió el teodolito y las estacas por las notas
y el babby.
Esa noche Óscar no cantó todo lo que quería cantar ni
lo que la gente esperaba, pues sólo tenía 50 minutos para hacer su
presentación, sin contar que además de su actuación, el cartel anunciaba a
siete agrupaciones más, pero ninguna de ellas salsera, eran vallenatos y
reguetón. Sé que se bajó de la tarima muy frustrado, se le notaba en la cara,
pues no lo dejaron derrochar la energía y conectarse con el público que había
ido a escucharlo cantar.
Ojalá más temprano que tarde podamos ver de nuevo a
Óscar D’ León en Bucaramanga, la ‘ciudad bonita’ se lo merece, los salseros de
la región se lo merecen y el mismo Óscar se lo merece. Ya son 72 almanaques
deshojados… Feliz cumpleaños, maestro D’ León.
CAJA
BIOGRÁFICA
Oscar
Emilio León Somoza: Óscar D’ León, El Sonero del Mundo:
Nació el 11
julio de 1943 en Antímano, Caracas, (Venezuela). Cantante, compositor y
bajista, uno de los fundadores de ‘La Dimensión Latina’, luego formó ‘La
Salsa Mayor’ y ‘La Crítica’, para finalmente organizar su propia orquesta. Una
de las leyendas vivientes de la salsa mundial.
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